El escritor argentino Jorge Ariel
Madrazo nació en Buenos Aires en el año 1931 y, según confesó en alguna
oportunidad, desde pequeño ya había descubierto su vocación poética.
Así fue como se embarcó e
n esta
aventura literaria que comenzó a dejar al descubierto sus capacidades a partir
de 1966, año en que empezaron a aparecer sus primeras obras, dentro de las
cuales se encontraban “Orden del día”, “La tierrita”, “Breve historia del
bolero”, “Espejos y destierros” y “Blues de Muertevida”, entre otras
creaciones.
Tiempo después, instalado en
Caracas, Venezuela (donde viviría hasta 1983), se dedicó al periodismo y a la
crítica cultural. Con el paso de los años, Madrazo también ganaría experiencia
como traductor de diversos autores norteamericanos e ingleses, desarrollaría el
ciclo “Poetas y Narradores” en diferentes bibliotecas públicas de Buenos Aires,
colaboraría en publicaciones de países como Cuba, Brasil, Estados Unidos, España
y México, y sería invitado a una gran cantidad de eventos literarios de todas
partes del mundo, entre los que se destacan el Festival Internacional de Poesía
de Medellín (Colombia), el Encuentro Internacional de Poesía en Bogotá, el
Seminario Internacional Ideamérica 1995, el Congreso estadounidense “The Powers
of Poetry” (organizado por la Universidad de Eugene) y el Festival de Poesía de
Las Palmas.
En 1987, gracias a “Cuerpo
textual”, el poeta, narrador y traductor argentino fue distinguido con el
Segundo Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires y, años después, “Para amar a
una deidad” fue merecedor del Premio Fundación Inca y del Premio Fondo Nacional
de las Artes.
“Cantiga del otro”, “Ventana con
Ornella”, “Piedra de amolar”, “Mientras él duerme”, “Testimonios de fin de
milenio. Conversaciones con Elizabet Azcona Cranwell”, “De mujer nacido” y “El
anticristo” son otros de los títulos que forman parte de la obra literaria de
Jorge Ariel Madrazo, un argentino que se define a sí mismo como “poeta antes que
periodista”.
Cuesta imaginar dos moscas haciendo el amor.
Esta historia por demás sentimental
Era roja bandeja colmada con naranjas
Cuesta imaginar dos moscas haciendo el amor.
Esta historia por demás sentimental
-de ésas
de
llorar-
ocurrió frente a mis
pupilas, en
el insolente sol venezolano
cuando el macho Drosophila
melanogaster
(“amante del rocío de
vientre negro”)
el pretencioso mosco del
banano,
sonó sus alas en un vibrato
irresistible,
primero en Do sostenido,
muy luego
en La
mayor
(y la hembra cayó,
hechizada,
en sus
brazos.
O, mejor: en sus sedosas patas)
Lástima: tal pasión
habría de
durar sólo dos semanas
(breve
vida
feliz)
El mosca Romeo murió en
el primer acto la mosca
Julieta lo siguió
dolce ragazza innamorata.
Shakespeare, más indeciso
que Hamlet,
no se decide a escribir la
tragedia.
En esta noche que aún no existe
(acaso vaya
a suceder mañana), desde
el callejón malamente iluminado
por
una única, jadeante,
intranquila luz
desde un hueco del tiempo
tapizado
de truenos
avanzan, uno a
uno,
lerdos, distrayéndose
por cualquier bobada,
parecidos a
párvulos:
tus muertos.
Créense, tus muertitos,
tan vivientes
¿Cómo avisarles
del error?
Tía Teresa, anciana, enciende
dorado velador de opalina,
radio vecina esparce su
teatro palmolive del aire y
Madre niña empeñada en bordar
aquella erguida, alerta garza en
punto cruz
“Jorge, pequeño,
alcanzále su guiso
al mendigo
que hace buen rato araña la
puerta”
Y estará al caer, con su balanza
que llaman “romana”
el turco, gran visir de vidrios
y
botellas.
Y Padre aún no regresó de ese
enigma:
la “oficina”
Vuelven a la carrera Maya,
Selva,
compañeras
15 años abrazándote en ideal en
amor en rojas llamaradas en
el ejército del Ebro que
una tarde el río cruzó
ay Carmela y ay y
el cantar sube la cuesta
Pero ¿por qué
está de pronto todo
tan silencioso
hoy? ¿Tan
borrosa la consabida
huella?
¿Y nadie te responde?
¿Y todos los mayores
faltaron hoy
a clase, en esta
rara noche
que (quién sabe)
ocurrirá mañana?
“Ninguna hilera de velas, por
deslumbrante que ella sea
lograría jamás ser
un amanecer”
-dijiste, alzándote del sillón
(de cuero)
con ese aleteo inquieto de
los dedos que tanto, ah,
conseguía
intranquilizarme:
temblores
aleteos
titilación
como si una
vela
amenazada por
el viento fueras
como si una hilera de
trémulas
velas
como si el invocado
amanecer
mismito fueras
como si un lloroso
jamás
bien comprendido
(por los demás)
como leve revelación
o desvelado
o furioso
(quizás)
amanecer.
NARANJAS MARINAS
Al poeta Héctor Miguel
Ángeli
Ossa De Montiel, España Oleo Mujer con Naranjas |
Era roja bandeja colmada con naranjas
(¿naranjas, he dicho?
¿naranjas?) No eran
claras frutas sobre la mesa,
sólo
acaso esas naranjas
anaranjando el mar
es decir: desholladas a
orillitas del mar
por incierta muchacha que te
acecha con
ojos de naranja que seduce
al oceáno
estuprador, izador de
vaporosas faldas
por lo cual cuatro manos con
sal ya se
entremezclan, y una naranja
flota
como barquito insignia
Y el mar caribe riela su
friso de naranjas
No son, no son las claras
frutas sobre la mesa.
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3 comentarios:
Hace mucho que no nos vemos Maestro y entonces la poesía y de pronto, un café, una mirada, una palabra que nos acerca y estoy feliz...de este viaje intenso por tu poesía.
Lily Chavez
Buenas tardes soy la autora del cuadro de la mujer con naranjas y me encanta que haya elegido mi cuadro para la poesía que hay debajo, me encanta me siento agradecida por haber elegido mi obra
¡GRACIAS, ESCARABAJO CON CUERPO DE POESÍA!
JORGE ARIEL
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GRACIAS POR TU COMENTARIO -EL ESCARABAJO LITERARIO-