domingo, 23 de junio de 2013

EDUARDO DALTER

Eduardo Dalter nació en Buenos Aires, Argentina, en 1947. Poeta e investigador cultural. Desde 1971, año en que editó su primer poemario, ha venido desarrollado un quehacer sostenido en los ámbitos poéticos. Importantes publicaciones de su país y de América han incluido en sus páginas poemas de su autoría: revistaCrisis (Buenos Aires), revista Alero (Universidad de Guatemala), Shantih magazine (New York), Revista Nacional de Cultura (Caracas), y revista Casa de las Américas ( La Habana ), entre otras. Durante los años de la última dictadura militar de su país vivió en el Oriente venezolano y en la ciudad de Maracaibo, donde en 1982 se publicó uno de sus libros (ver al pie el listado de obras poéticas). Dio conferencias y participó de encuentros internacionales, y asimismo brindó numerosas lecturas; entre otras: en el Ginsberg Tribute, en el Central Park, New York, y en la más reciente Feira do Livro, en Brasilia. En el año 2000 tuvo edición su trabajo de investigación Harlem: los blues de la historia, que incluye una selección poética, con traducción que le pertenece en coautoría. Por otra parte, en el lapso 1994-2002 dirigió en su ciudad la revista de poesía latinoamericana Cuaderno Carmín, de difusión continental. En la presente década  preparó y ofreció diversos seminarios acerca de la poesía de América en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, entre otras instituciones. Reside al sur de su ciudad natal.



De Hojas de sábila
Buenos Aires, 1987-1992





Seguramente haya otro lugar
más allá de este pozo
y de este horizonte seco
y quebradizo. Un lugar
para sentirse más palpable
y que hay que edificar aquí.

















Hay un momento en que antes de ir,
de volver, el ave, o pájaro extraño
–formas humanas de este vuelo–,
mira ensimismado su plumaje;
hay un momento, o borde o filo,
en que calla, calla, y canta al fin
unas pocas notas ásperas.



De Aguas vivas
Buenos Aires, 1993



DEFENSA DE LA POESÍA
Palabras con mi hijo

Porque, aunque no lo creas
–plano más concreto–,
la luz de las estrellas
también vuela
y, además, el horizonte
es una línea tan cambiante
de acuerdo a cómo vires
el rumbo de tus pasos. 














De esta arboleda 
tomá tu color
o tu desdicha; y tomá
tu mar, tu vaso...
Todo suena, pareciera,
a nueces secas. Pero
también suena un río
       grandioso
que aún no escuchas. 



VINCENT VAN GOGH. BOTAS. 1887


A mis zapatos remendados
       yo los quiero;
mis zapatos con cartón debajo
       y nylon debajo
para que no entre el agua
       de la lluvia
ni el agua de cuando baldean
       las veredas.
Mis zapatos húmedos y tibios
de mí y con polvo de camino,
       mi camino.
Descansando ahora, debajo
       del mueble
–pueden verlos–,
y mirando gozosos cómo escribo
reclinado en la cama todo
       esto
y cómo abracé hace un momento
       al Caribe hondo y voraz
de Aimé Césaire y Saint-John
       Perse.
Zapatos, zapatos excedidos
       de mí
hasta deformarse, cuartearse
       y agujerearse.
Pero listos y hermanos
y comprendiendo, pareciera,
cuál es la estrella fugaz
y cuál es ésta. Y vamos,
yo adentro de ellos
en la parte que les toca.
Denostados, sin embargo,
       torpemente,
por una mujer, ciega mujer,
abandonada mujer, sola mujer.
Dejadme cruzar la calle,
       poesía,
poesía de los salones,
las rondas, los concilios,
que vengo de galope yo
       con mis zapatos! 



   
Después del poema
el poema debe seguir y seguir
hasta el poema.
Mas si el poema no sigue
después del poema,
el poeta o bien flaquea
             o bien es de papel
             o bien de tinta.
No le creas al poeta
al que después del poema
se le concluye el poema.
No le creas
        o bien creé,
en el mejor de los casos,
        que flaquea
o que su ser tiene
        interferencias,
mutilaciones, o huesos
        indecisos
–sea Neruda o sea Thomas
        Eliot–.
Después, después del poema
el poema debe seguir y seguir
hasta el poema.



De Mareas
Buenos Aires, 1993-1995

VIEJA POSTAL VENEZOLANA



En la orilla abrupta duerme
               de honda mar un tiburón
con una herida corta
y abierta en U como su boca
                              triste, triste
bajo el blanco sol
         y entre algas abundantes
y una botella rota de cerveza. 




















Luna, grave
luna, encima
de los tejados
ya húmedos;
y las calles solas,
solas,
donde se va
esfumando
la estela
de tu aliento
a cada paso. 





















Un poema es una piedra
y dos de esas piedras
       no son
sino el comienzo
o parte de un camino.
Un poema es una piedra
que bien puede
       en la niebla
marcar rumbo.
Un poema en la noche
       brilla
con luz propia.






2 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanta simplemente ,la belleza la transforman en palabras

Anónimo dijo...

Felicito al blog y al autor por estos poemas. Es la tercera vez que los leo. Que tengan un buen año 2015. Gracias y saludos. Ethel Di Lorenzo

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