Tal vez una de las visitas más
contradictorias que brinde Buenos Aires sea conocer la Librería
El Ateneo,
ubicada en el cruce de dos avenidas emblemáticas de esta ciudad: Callao y Santa
Fe. Es un edificio en el que funcionaba el cine y teatro “Grand Splendid”. Una verdadera joya arquitectónica inaugurada en
mayo de 1919 y reconvertida en librería y café. Muestras de su pasado esplendor
son su espléndida cúpula pintada por el artista plástico italiano Nazareno
Orlandi, las esculturas de Troiano Troiani (natural de Udine, Italia; fallecido
en Bs. As. en 1963) y el friso estilo griego de la marquesina del frente. No se
puede evitar sentir cierta nostalgia al pensar que donde hoy se exhiben los
libros de bolsillo estaban las boleterías y que, por los dictados del mercado,
la única forma de conservar el patrimonio cultural arquitectónico sea
reconvertir una disciplina cultural en detrimento de otra. Es así como los
palcos de antaño hoy son exclusivos salones de lectura, el escenario se
transformó en una confitería donde un piano de cola desgrana amables melodías
interpretadas por un músico ad hoc y
el pullman y súper pullman están abarrotados de anaqueles con 120.000 títulos.
Tal vez el único consuelo sea saber que según el diario inglés The Guardian,
en una lista sobre las mejores librerías del mundo firmada por el periodista
Sean Dodson, ocupa el segundo lugar detrás de Boekhandel Selexyz Dominicanen, en la ciudad holandesa de
Maastricht (que ocupa una iglesia de 800 años de antigüedad) "posiblemente la librería más bella de
todos los tiempos", arriesga el
autor.
Parece ser que para los estudiosos
de las técnicas de mercadeo editorial ya no alcanza con el discreto encanto de
las “librerías de viejo”, donde se
rebuscaba en sus anárquicos anaqueles alguna joyita de ocasión como si fuera el
Santo Grial. No, ahora hay otro tipo de amenities
para hacer llevadera la lectura. Quizá la única diferencia con esas cadenas
cinematográficas actuales sea que en vez de llevar un balde con pop korn y los vasos de gaseosa; los
lectores prefieren un cappuccino, los
brownies o una margarita.
Incluso para el ritual
de la lectura la magia de la palabra debe estar acompañada por otros artilugios
interactivos. Así que no es difícil
encontrar libros para niños y adolescentes con una curiosa mezcla de juego de
video. Donde se deben cumplimentar niveles
para acceder a ciertos poderes o hechizos.
Decidimos revisar las estanterías.
Mi búsqueda fue bastante breve, me incliné por una novela de Robert A. Henlein “La luna es una cruel amante”. En tanto
mi compañera, la poeta venezolana Andrea Victoria Álvarez, tuvo un trabajo
bastante más arduo y poco satisfactorio buscando poemarios de autores noveles
argentinos. En un mueble de escasas seis repisas se agolpaban los 3000 títulos
que dicen poseer de poesía. Muy improbable a todas luces.
Quizá no haya sido ni el lugar ni la
situación ideal, pero mientras trataba de concentrarme en la lectura sonaba de
fondo “Take me to the moon”,
ciertamente apropiado a la lectura elegida. Pero comencé a divagar, haciendo
cálculos mentales. Si la librería tiene un stock físico declarado de ciento
veinte mil títulos, y tomando en consideración que todo el subsuelo está
dedicado a la categoría infanto juvenil, eso nos da sobre los tres mil títulos
de poesía un 2,5 por ciento del total. Si pensamos que de ese porcentaje la
mayor parte se los llevan los clásicos como: Alfonsina Storni, Pablo Neruda,
Walt Whitman y siguen las firmas ¿Qué espacio quedan para las nuevas voces poéticas?
La lógica de ventas de estas grandes
librerías es inversa a la de los supermercados, aunque de alguna manera se
parezcan. En los grandes almacenes los sectores de mayor exposición (como los
ingresos al local) los cubren los productos de menor venta. Es así que para
llegar hasta los comestibles debemos atravesar largas estanterías cargadas de
electrodomésticos, artículos de camping o
juguetería. En las grandes cadenas premium
de librerías, al acceder, encontramos ofertas de películas en DVD, los
éxitos del reggeaton y, por supuesto, los grandes “tanques” literarios. La prosecución de la saga de J.K.Rowlings o
el último best sellers de Dan Brown.
Al final del salón de planta baja, en un rincón desangelado, están
esos seis anaqueles con poesía.
¿Qué puede llegar a perder uno por
este tipo de políticas de ventas? Bastante, créanme.
Con suficiente asiduidad recorremos
las diferentes tertulias y encuentros poéticos que se llevan a cabo, casi a
diario, en esta bendita ciudad. Descubriendo gente utópica y talentosa como el
“Grupo Pretextos”, “Los Puños de la
Paloma ”, “Río de Letras”, “Vientos Contrarios” o “La Sociedad de los Poetas
Vivos”. Personas que viven por y para el arte, como Gustavo Tissoco, que aparte
de desempeñarse como médico neonatólogo es el alma mater de “Mis Poetas Contemporáneos”. Voces jóvenes como
Jonathan Márquez, Emmanuel Cassanese o el puertorriqueño Dancizo Toro. Poetas
de toda Latinoamérica, como los venezolanos Omar Requena y Astrid Salazar.
La última grata aventura literaria
fue en la ciudad de Santa Fe (provincia de Santa Fe), en el Dique 1, Hotel Los
Silos, donde se llevó a cabo el Primer
Festival de Poesía Argentina, convocado por Norma Segades (fundadora del Movimiento Internacional Los Puños de la
Paloma y de La Gaceta Virtual Literaria),
del que damos una amplia cobertura.
Ahora, ¿quién puede imaginar un
mundo sin poetas ni poesía?
Entonces, ¿por qué la falta de políticas editoriales o la
ausencia de apoyo estatal?
Este tipo de encuentros se realizan
huérfanos de ayuda de ninguna naturaleza. Sólo el amor por la poesía permite
que una persona organice y financie con sus ahorros un festival con decenas de
invitados. Y, por caso, muchos de estos invitados viajaron trece horas de ida y
otras tantas de vuelta para apoyar esta bella utopía.
Tal vez el estigma de: “la poesía no vende”. Pero, ¿el Teatro
General San Martín es rentable? ¿El Teatro Colón se autofinancia? ¿Las
delegaciones enviadas a las recientes Olimpíadas de Londres dan alguna
“ganancia”?
No, en estos casos no se evalúa costo-beneficio. Se da por sentado que
tener un complejo teatral estatal dará mejores dramaturgos, directores y
actores. Que poseer un teatro dedicado a la lírica y al ballet a nivel internacional, además de
prestigio, dará frutos con mejores bailarines, registas y músicos. La
subvención a los deportistas olímpicos desarrollará una camada de jóvenes
promesas. Leyes como la del teatro son
avances imposibles de soslayar como modelo para una política de promoción
literaria.
Por
lo tanto sería imperioso que las editoriales y las librerías tuvieran un cupo
decente (impuesto por ley), disponible para los poetas. No aquel ridículo 2,5
por ciento, en escasos seis anaqueles arrumbados en un rincón, muy lejos de los
oropeles de la música de moda, las novelas y los videojuegos de última
generación.
Simplemente sería darle el espacio
que se merecen nuestros sueños convertidos en palabras.
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