lunes, 22 de agosto de 2011

JORGE LUIS ESTRELLA


Jorge Luis Estrella nació en Zárate, provincia de Buenos Aires el 14 de Diciembre de 1944. Vivió allí hasta 1958, en Villa Carlos Paz hasta 1973 y en la Ciudad de Buenos Aires hasta el presente. Es poeta, dramaturgo y licenciado en Literaturas Modernas.
Publicó en diferentes antologías y es asiduo lector de sus trabajos en centros culturales y Cafés Literarios. Perteneció por casi diez años al grupo “La Luna que” y actualmente asiste a las reuniones de “Geste de Lunes”.

Como dramaturgo estrenó: Filoctetes (Versión libre de la obra de Sófocles) Dulce Mamá, Turrón de Almendras, Me Sobreseyeron Invasiones, Te prohíbo llorar La Purga. Con la que obtuvo el segundo premio en el concurso organizado por el Teatro San Martin en 1972.
De su libro “MENÚ EJECUTIVO” recientemente editado por “Ediciones Muestrarios”, pertenecen los siguientes poemas:







PÁJARO MUERTO


No quiso oír la vida que cantaba

porque tenía un pájaro muerto en su follaje.

Le puso una vela al viento del Oeste

para poder navegar en la tristeza.

Del otro lado del río le gritaron

que se uniese al escándalo del ágape

pero usó las raíces como ancla

apretando su angustia contra el pasto.

Vio a las hachas pasar hacia otros parques,

vio a los niños correr hacia otros juegos.

Se entretuvo en dolerse del dolor que se expande

como un incendio de bosques.

No quiso hablar de la ternura

aunque varios discursos se le agolparon

en la garganta

¡Tantos trinos abordados con tantos soles!



De pronto

se interrumpió la fronda

como el tránsito ante un hecho imprevisto

y aparecieron

con sus ramas rotas,

con sus troncos torcidos,

con sus ramas en flor,

con sus troncos enhiestos,

flotando en las alfombras de sus propias raices

todos los bosques

a través de esos árboles

que, en silencio, llegaban

a darle condolencias por su pájaro muerto.




DISCUTIR CON VOS


Me veo discutir con vos.

Gesticular.

Urdir ideas para desconcertarte.

Trajinar espasmos.

Sacar conejos a la ahora no tan famosa

dialéctica.

Gritar enardecido como la hinchada

ante un fallo polémico del árbitro.

Recurrir a los relativismos.

Sacudirte con sofismas.

Abrir mis libros ante tu inocente

y encantadora nariz.

Apelar a las estadísticas.

Hincharme de indignación.

Forzar la marcha.

Arrinconarte,

golpearte

violarte con palabras

ahogarte con palabras,

aniquilarte.

Herir de muerte tus argumentos.

Desnudar tus contradicciones.

Emitir el último discurso como si estuviese

ante la Real Academia.

Y lo más gracioso es que, desde el vamos,

sé que tenés razón.


SUEÑO CON SÚCUBO


Me apareció una mujer

envuelta en nubes transparentes,

desnuda hasta los ojos,

y, al acercar su sonrisa a mi semblante,

un seno suyo acarició el resorte de la cama.

Se movía como una marioneta enloquecida

y me pareció escuchar un poema saliendo de su oreja.

Me besó sin besarme,

hiriéndome con sus labios de azucena,

lamiéndome con sus dientes de chacala,

succionándome todo el olvido

hasta obligarme a recordar cualquier nimio detalle

y algún hecho monstruoso.

Me arrastró por el piso de la noche,

me salpicó de estrellas la mirada

y, cuando yo estaba ebrio del licor

que vertían sus caderas,

la poseí sin poseerla, la amé odiándola,

la bañé con lluvia de miel y leche

y la vi irse convertida en demonio.



LA TRISTEZA



Sólo por curiosidad,

a veces me quedo espiando

lo que hace la tristeza

cuando cree estar sola.

Fuma algún cigarrillo

desnuda frente al fuego

y, tranquila, se sienta,

con las piernas cruzadas.

Tararea canciones muy antiguas,

se castiga un poquito

con recuerdos nostálgicos

y clausura todas las sonrisas.

Si se duerme, ronca apenas

y luego se despierta

para contarse historias.

No aguanto mucho estar así,

mirándola en silencio,

me siento junto a ella

y la abrazo mansamente.

Es entonces que exhala

un pequeño suspiro

y aprovecha el momento

para invadirme todo.



LA LLAMABAN



Ella tenía todo lo que hay que tener,

pero, aunque lo tuviese,

nadie la llamaba por su nombre.

Sus hijos le decían “mi madre”

sus padres le decían “mi hija”,

yo le decía “mi esposa”,

mis padres le decían “mi nuera”.

Sus amigos la llamaban “mi amiga”,

sus tíos la llamaban “mi sobrina”

sus cuñados la llamaban “mi cuñada”.

Yo la maté cuando supe

que alguien la llamaba “mi amante”





RETRATO



Hay en mi habitación

un retrato

en el cual

mis hermanos y yo

estamos colgados

de la absurda infancia

para siempre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Wuauuuuu wuauuuu, te disfruto Jorge Luis Estrella. Y disfrutar a través de la lectura no es poca cosa.Felicitaciones señor!


Lily Chavez

Ricardo Juan Benítez dijo...

Tendría que repetir el Wuaaaauuuuu ad infinitum. Talento y sabiduría ¡Vaya combinación! Gracias Jorge por tanta poesía.

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