domingo, 27 de octubre de 2013

ALICIA MÁRQUEZ


   ALFA Y OMEGA



Los camalotes son sirenas
que vagan por el Paraná
y enloquecen a los barcos
que las creen islas,
persiguiéndolas eternamente
mientras ellas se alejan con sus secretos de río.
El agua empuja la canción de la tarde.
Los sauces se lavan la cabeza displicentemente.
Las manos verdes
se defienden de los remos que agitan los pensamientos.
No hay caminos que recorrer.
Sólo dejarse arrullar suavemente
por la boca líquida que cuenta historias de naufragios,
sólo dejarse llevar por la nostalgia
que siempre vuelve.
Cada vez más profunda
cuando el incendio a lo lejos
silencioso y trágico,
vuelve inútiles todas las palabras.




                                             PASA LO QUE PASA

La inseguridad. La inseguridad. La inseguridad.
Es negro.
Es judío.
Es travesti.
Es gay.
Es zurdito.
Es pobre.
Es ladrón.
Es drogadicto.
El paco. El paco.
Que revienten de una vez.
Es inquilino.
Tiene miedo.
El miedo se huele.
Huele mal.
Viven en cloacas.
Es un negrito de mierda.
Es mi vecino raro.
Es de una villa.
Hay dengue.
No tiene zapatos.
No tiene coche.
No tiene tarjeta de crédito.
No es lindo.
No es glamoroso.
Es una chinita.
Es boliviana.
Es coreano.
Es peruano.
¿Qué hacemos?
Pena de muerte.
¿Pena de muerte?
La pena de muerte
se muere de pena.
No hay que sentir pena por nada.
Pena de muerte y un muro.
Eso, un muro.
Alto. Bien alto.
Y después a festejar las Pascuas.
Y no los mires ni los toques.




                                        QUIETA 


 
“Hay dulzura infantil
en la mañana quieta”
Federico G. Lorca


Todos duermen.
Los ruidos fueron silenciados
por la terca niebla.
Las voces no son, ni siquiera,
murmullos de mariposas.
Los árboles sueñan
con el cielo lejano.
El sol abre un ojo con pereza
y no sabe si esconderse o salir.
Hace frío.
Yo tejo mi abrigo de palabras
desde la madrugada.
Disfruto la soledad.
El silencio suaviza las paredes
y los ángulos rectos.
Todo parece bueno.
No hay teléfonos que suenen,
no hay urgencias teñidas de súplica,
no hay voces violetas reclamando
nada.
Hasta que, de repente,
el olor del café recién hecho
pasa por debajo de la puerta, como
un ladrón encantador
y parte en dos el día.





                                         La abuela Carmen



El barco, una ballena solitaria, avanza.
Ella toca su faltriquera una y otra vez.
Sólo quiere comprobar que el dinero sigue ahí.
Preso de su cintura.
Se escapa de Galicia.
Se escapa de Madrid.
Se escapa del hambre.
Se escapa de los fantasmas.
Se escapa, con su marido húngaro,
parco, culto y dulce,
de las humillaciones y persecuciones.
Ese marido quiere enseñarle a leer.
Carmen se niega: no lo necesita
mientras sepa sumar y restar.
Con eso basta.
El húngaro Santiago Potisk guarda detrás de los ojos alguna historia
terrible que decide no revelar.
Carmen tampoco pregunta. Hay cosas que mejor no saber.
Y la ballena sigue hundiendo su nariz
en el mar suspendido.
Carmen toca la faltriquera.
Mira a sus hijas.
Mira a los pasajeros de primera clase.
Y decide que sus hijas van a tener un futuro.
Carmen sólo aprieta los dientes
y no mira atrás.
Es dura, seca, brava.
No sabe que en Buenos Aires
la esperan más humillaciones, estafas
y muertes jóvenes.
Y más dientes apretados.
Los ojos de Carmen están húmedos de esperanza
mientras mira a esa ciudad
que la va a traicionar una y otra vez.
Al final, en su  locura
se atrevió a bailar arriba de una mesa.
En su  locura
puteó a la vida.
Antes, nunca.
En su locura, nombró a sus hermanas de allá, de Lugo,
todas las noches, como un rezo desesperado.
Antes, nunca.
Y seguía tocando la faltriquera
que ahora tenía uñas de gato secas,
un pañuelo bordado con sus iniciales
y una ramita de olivo.


                                      UN TANGO EN LA RADIO


De repente,
mi vieja vino a cantarme
a la cocina.
Tenía la cara colorada
y sonreía.
“No vuelvas al cotorro
que no te quiero ver…”
La vida fue dura para las dos,
pero ella siempre cantaba tangos en la cocina
y hacía galletas de Quaker.
Mi vieja vino a cantarme
justo hoy,
justo hoy que estoy tan sin mí
justo hoy que la cabeza rebota en las paredes,
justo hoy que me siento absolutamente huérfana.
Tenía olor a polvo Coty
y recién se había pintado los labios.
Se encogía de hombros, me miraba,
se reía
y me cantaba tangos.


                                          Mirando un cuadro


Carlos se sentó frente al cuadro que estaba pintando,
y se quedó dormido.
Y entonces le entraron cielos por las manos,
se le llenó de hojas la cabeza,
le crecieron raíces en los pies,
el rojo y el azul se le mezclaron en el saco,
el pantalón se inundó de sepia,
y el pelo se volvió verde, un verde
tímido, un apenas verde.
Había un silencio enorme,
un silencio de arrorró mientras Carlos
dormía frente al cuadro que estaba pintando.
Cuando se despertó,
se sacudió las hojas y me dijo:
“Soñé otro cuadro”.


ALICIA MÁRQUEZ.  Escritora, con dos libros publicados: “Se vive”, poemas, de editorial Argenta y “Ronda de Pretextos”, poemas, de editorial El Mono Armado, dos novelas, “Azulunala” y una para niños que resultó una de las quince finalistas entre seis mil participantes en el Certamen de Novela Infantil y Juvenil de Editorial Norma, Colombia.
 Nació en Buenos Aires. Estudió en la UBA, primero Ciencias de la Educación y Letras.  Es creativa publicitaria.
Es integrante  del grupo “Las Pretextas”, que lleva adelante un café literario y el evento “Abrazo de Voces” que ya va por su décima edición.
Se desempeña como  tallerista. Dicta poesía en la Biblioteca Popular Sudestada, de Vicente López y conjuntamente con Bibi Albert tiene un taller de poesía virtual.
Es autora, actriz y directora teatral. Su obra “La luna de Heliotropo”, hecha para niños, con música y letras originales, fue representada durante tres años en las escuelas públicas de Buenos Aires.
Es guionista. Trabajó en diversos proyectos relacionados con niños, uno de los cuales fue Olocoons, emitido en México, realizado en Argentina por la productora Encuadre, con el auspicio de Bimbo, desde el año 2004 hasta el 2008.

Premios literarios:
Tercer premio Poesía Bienal Dimensión, 1995.
Premio Inclusión en la Antología “Poetas de Fin de Siglo”, Editorial Tierra, 1999.
Primer Premio Categoría Poesía Infantil Certamen Poetas de Floresta 2000
Mención de Honor Certamen Litterae 2000.
Primer premio Certamen “Padua es una rosa”, 2009
Primer premio Certamen “Colegiales Poesía”, 2010
Mención especial en el VII Concurso Macedonio Fernández de Narrativa y Poesía, 2010

Figura, además, en varias antologías

Asistió a los encuentros de Mujeres Poetas en el País de las Nubes, en Oaxaca, México.

1 comentarios:

Gustavo Tisocco dijo...

Alicia y su poesía que es grito, reflexión, belleza... Gracias Escarabajos.

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