Gustavo Tisocco nació en Mocoretá -Corrientes- el 25 de
octubre de 1969. Tiene publicados ocho libros “Sutil“, “Entre soles y sombras“,
“Paisaje de adentro“, “Desde todos los costados” , “Pintapoemas”, “Cicatriz”,
“Rostro ajeno” y “Terrestre” además cuatro CD “Huellas“, “Intersecciones”,
“Corazón de níspero” y “Terrestre”.
Ha participado en diversas antologías en el país y
diferentes partes del mundo. Su poesía ha sido traducida al portugués, francés,
catalán, italiano, inglés y alemán.
dirige
http://mispoetascontemporaneos.blogspot.com
(Este mes arriba a su séptimo aniversario)
Su blog personal:
http://poemasdegustavotisocco.blogspot.com
http://videopoemasdegustavotisocco.blogspot.com/
Para comunicarse con el autor poetaypoesia@hotmail.
A Nemat Safavi Niño iraní condenado a
muerte en Irán por su elección sexual
parte de mi, de él, de muchos
y juntaremos los huesos
y será una revolución
amar después del vendaval.
¿Existirá Dios?
¿ Habrá un cielo para los que defendemos
las puertas abiertas,
los jardines, las hormigas?
Y será después de ti
que se percatarán de la niebla
aquellos que sólo habitan sitios de sol,
aquellos que con rezos piensan llegaron al paraíso.
que aplauden cuando el águila devora a su presa.
Nosotros que convivimos con las sombras
-también sabemos del sol-
y caminamos despacio pero avanzando a pesar de las
cadenas
y de las miradas
que son minas en un campo verde,
pero no nos explotarán los pies,
extenderemos las alas.
Nemat estaremos
contigo
los que amamos
las flores.
en la casa
toda,
en el patio.
Y ellos que
vuelven
que acarician
que delinquen
de nuevo sobre mi risa.
Olor a sopa
y en ese
hervor la abuela,
el tío que se
ha ido,
los niños con
los pies en el barro.
¿Retornaré
también alguna vez
con aroma a
ajo, cebolla y magia?
Amo a un hombre pez,
un hombre marino,
acuático como las algas, como la sal.
Habita en las profundidades oscuras de todos los
naufragios,
a veces llora
terriblemente solo allá abajo,
en otras baila en salones transparentes,
torrentosos.
Yo amo a ese hombre pez
de cuerpo brillante/filoso,
de un mirar constante/horizontal.
Un hombre que me cuenta eternas leyendas,
que me canta con su voz de espuma
y me abraza como puede.
Yo amo a un
hombre pez
y soy hombre
terrestre.
Me condena la asfixia.
Lo condena mi aire, mi mundo de pájaros,
mi universo de redes, de anzuelos.
Me mira desde la superficie apenas sumergido
lo miro desde mi oxígeno
al límite extremo del ahogo
y nos besamos apenas un instante,
ínfima eternidad habitando en la apnea.
Apenas de niños Arielito
supimos de la muerte.
Yo descubrí
el dolor inexplicable
de la ausencia,
hasta de lo injusto que pareció ser
Dios
cuando un océano
de llanto lo mantuvieron inmutable.
Y te recuerdo blanco y frágil
acostado en la mesa
en un cofre como de flores,
inmóvil y sediento
oliendo a café
-porque las vecinas no querían
que la muerte te vista con su
aroma-
y te adornaron con los granos
marrones y amargos
con los que asocio hoy a la
tristeza.
Tú, el niño muerto
que me mostraste de niño a la muerte,
que ahora dormís solito y quieto
debajo de los sauces
¿me recuerdas?
¿estás muy solo allá?
¿quieres retornar?
Ariel acá el tiempo pasa
y ya perdí al niño
y encontré a este hombre resignado
que soy,
acá cambió el paisaje,
la forma de vestirme,
las promesas.
Acá olvidamos,
comemos y dormimos
y andamos en auto bus
y nos miramos apenas
como sobrevivientes de un presagio
que nos ronda.
De niños Arielito supimos de la
muerte
a ti te tomó por sorpresa
sin poder esconderte,
a mí me dejo marcado
para que la escriba.
Llora la niña
que carga a la niña
llora el caballo
que carga ambas tristezas.
Lloran pues gritar no pueden,
no pueden con la carga,
no pueden con el daño.
De tanto llorar los tres
se nos inundó el cielo.
Me gustan los hombres tristes porque tienen historias.
Cuando
estoy con un melancólico sé que no hay disfraces, que desde la fragilidad
afloran, como un vino añejo, las suaves palabras, las miradas como océanos
cabalgando en mis arenas. Un hombre triste enseña sus heridas, también las
cicatrices. Sabe que fue un niño corriendo entre las piedras, sabe que creció y
aunque es castillo todavía le gustan las mañanas y los grillos.
Esos
hombres liberan gorriones cuando hablan, son como plantitas de menta que parecen
ínfimasm pero tienen el aroma de la vida entre sus tallos. Les gusta viajar
también subirse a la noche que es su morada donde escribe los cansados pájaros.
Me
gustan los hombres tristes porque tienen historias.
Son
ellos los que se percatan del viento entre las ramas, del sonido tenue del
silencio, de las glicinas. Se persignan porque creen aunque les duelan las constantes
condenas. No hablan, escuchan, te miran, te palpan. Los hombres como ellos
descubren tesoros que escondemos en la isla y acarician la vejez que duele en
el rostro. Tienen los pies cansados pues la vida es cansancio un bello
cansancio y se agitan cuando aman. Los hombres así son como bosques que nos
doblegan, son gotas de lluvia, son oasis.
Me
gustan los hombres tristes porque también soy triste aunque disimule la
tragedia habitando mi casa.
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4 comentarios:
Todavía no tengo Terrestre en mi poder (imperdonable) entonces la poesía de Gus se me adentra como lluvia, tantas palabras, tantas imágenes, tantas sensaciones que conmueven, que emocionan, que me llevan de aquí para allá. Es tan disfrutable todo que estoy con el corazón palpitando fuerte en este mediodía. GRACIAS ESCARABAJOS.
Lily cHAVEZ
Mil gracias Escarabajos queridos, es un honor estar en esta maravillosa revista. Abrazos, Gus.
Mientras se recuperan los ojos, acaricio a la tristeza sintiendo cómo el enorme amor sonríe y al abrazo, estrechar fuerte a los amigos.
Gracias Ricardo, gracias Gus.
Parece contradictorio, pero no lo es... en este mundo digital, frío y perfecto se percibe la calidez de los amigos, la incorrección política de los sentimientos. Nuestros queridos todos: gracias, un abrazo virtual y afectuoso: Andrea y Ricardo
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GRACIAS POR TU COMENTARIO -EL ESCARABAJO LITERARIO-